Nuestros pies descalzos caminaban sobre la tierra que por unos días era nuestro hogar. Una comida compartida alrededor del fuego, juegos sobre la arena, y siestas colectivas bajo el pinar. El romper de las olas de un mar helado al fondo, su rugido se mezclaba con nuestro concierto improvisado. Un viento fresco y vegetal me golpea la frente, y me mece, en mi cama colgante entre dos pinos. Risas y carcajadas son una constante en mis oídos, miradas tibias, abrazos prietos. Y descubro que, al contrario de lo que siempre me dijeron, quizas el paraíso no sea un lugar, sino una compañía. A mis amigos, los Gal-Ándaluz.
Festival de Ortigueira, Galicia. © This space belongs to Marta Cazorla Soult.
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